POST DE PRUEBA Habiendo sido transportado accidentalmente a la Edad Media, Ash Williams es capturado por los hombres de Lord Arthur, quienes sospechan que es un agente del Duque Henry, con quien Arthur está en guerra. Es esclavizado junto con Henry capturado, confiscan su escopeta y motosierra y lo llevan a un castillo. Ash es arrojado a un pozo donde mata a un Deadite y recupera sus armas del sabio de Arthur. Después de exigir que Henry y sus hombres fueran liberados, ya que sabía que era un cazador de brujas, y matar a un Deadite públicamente, Ash es celebrado como un héroe. Se siente atraído por Sheila, la hermana de uno de los caballeros caídos de Arturo.
Según el sabio, la única forma en que Ash puede volver a su tiempo es a través del mágico Necronomicón Ex-Mortis. Ash luego comienza su búsqueda del Necronomicón. Cuando entra en un bosque encantado, una fuerza invisible persigue a Ash hacia un molino de viento y se estrella contra un espejo. Pequeños reflejos de Ash en los fragmentos del espejo cobran vida, y uno se convierte en un clon de tamaño natural, después de lo cual Ash lo mata y lo entierra.
Cuando llega a la ubicación del Necronomicón, se encuentra con tres libros en vez de uno, y tiene que determinar cuál es el verdadero. Al darse cuenta en el último momento de que ha olvidado la última palabra de la frase que le permitirá sacar el libro de forma segura - "Klaatu barada nikto" - trata de murmurar y toser a través de la pronunciación. Agarra el libro y comienza a regresar corriendo. Mientras tanto, sin que Ash lo sepa, su artimaña ha fallado y los muertos y su clon malvado resucitan, uniéndose en el Ejército de las Tinieblas.
A su regreso, Ash exige ser devuelto a su propio tiempo. Sin embargo, Sheila es secuestrada por un Flying Deadite y luego se transforma en uno. Ash se decide a liderar a los humanos contra el Ejército, y la gente acepta a regañadientes. Utilizando el conocimiento de los libros de texto en su Oldsmobile Delta 88 de 1973 y solicitando la ayuda del duque Henry, Ash lleva con éxito a los soldados medievales a la victoria sobre los Deadites y el Ash malvado, salva a Sheila y trae la paz entre Arthur y Henry. Usando un pasaje del Necronomicón, el Sabio le dice cómo volver al presente dándole una poción después de recitar la misma frase de antes "Klaatu barada nikto". De vuelta al presente, Ash le cuenta su historia a un compañero de trabajo en el centro comercial S-Mart. Mientras habla con su compañera que está interesada en su historia, un Deadite sobreviviente, al que se le permitió llegar al presente porque Ash nuevamente olvidó la última palabra, ataca a los clientes. Ash lo mata usando una escopeta Winchester Modelo 1887 del departamento de artículos deportivos y exclama: "Saluda al rey, cariño" antes de besar apasionadamente a su compañera.
Según la RAE, el tiempo se define como la duración de cosas y/o la magnitud física que permite ordenar las secuencias de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro.
Sin embargo, yo completaría esta definición añadiendo que a su vez es un recurso que cada uno gasta a su antojo en lo que quiere o en lo que puede.
También se puede renombrar como bendición porque así lo verán aquellos que lo valoran, lo cuidan y lo miman. De modo contrario lo verán todos aquellos que no saben qué hacer con él y lo malgastan día tras día.
Mi bisabuelo decía: “No hay que mirar el tiempo que se invierte en las cosas, sino el resultado de lo que hemos estado haciendo con él”.
Es un bien preciado, porque para todos el día cuenta con 24 horas aunque no todos exprimimos ese tiempo del mismo modo: hay quienes se pasan cada minuto de su vida protestando porque las cosas no han salido como les hubiera gustado. Otros lo invierten en estar tan ocupados que ni siquiera se dan cuenta que el día ha terminado. De esta manera no se paran a pensar y se pasan la jornada en modo “automático” (pero “tranquilos”). Luego están esos que lo desmigajan tanto y lo desmenuzan al milímetro con el objetivo de sacar el mayor provecho de cada instante.
Para todos y cada uno de ellos el tiempo es el mismo, a pesar de que no todos lo invertimos de la misma manera.
Si hacemos una breve reflexión, de manera global, sobre cómo utilizamos el tiempo a lo largo de las etapas de la vida:
Es curioso, a los niños el día se les pasa “volando” porque quieren pasar cada minuto jugando (aunque muchas veces el adulto no se lo permite por las obligaciones que le vienen impuestas).
Los adolescentes lo invierten en estar con los amigos, conectarse con los móviles, en las redes sociales. . .
Los adultos (nosotros que ya hemos olvidado la mayoría de las veces lo que es realmente importante y prioritario) decidimos gastar o más bien malgastar nuestro tiempo en correr de aquí para allá, sin detenernos ni un segundo.
Y luego están los ancianos, esas adorables personas que cuando empiezan a encontrar el sentido al aprovechamiento de ese bien tan preciado. . . aunque suene duro decirlo: se les acaba.
La vida pasa muy deprisa, tan deprisa, que cuando nos demos cuenta, ya se nos habrá escapado de las manos y detenido en seco.
Por todo ello te lanzo una sugerencia y te pido que pares, te detengas a observar y disfrutes de cada fracción de segundo que pasa, porque no habrá otro igual jamás.
Un día, haciendo un taller en Burgos, me hicieron uno de los mejores regalos que nunca me han hecho antes. Me lanzaron la siguiente pregunta: “Si te dijera que mañana a las 12:00 de la mañana vas a morir ¿en qué emplearías las horas que te quedan?”
Me quedé paralizada y tras unos segundos de conmoción todas las mujeres que estábamos compartiendo ese espacio, expusimos nuestros deseos más íntimos y a la vez más “insignificantes”. Eran cosas más que sencillas, acciones como: salir a pasear al campo, sentarse al lado de un río a contemplar el amanecer, sentarse en el sofá con los suyos y fundirse en un eterno abrazo. . .
¿De verdad que no podemos sacar cada día una pequeña porción de tiempo para dedicarnos a lo que realmente nos hace sentirnos felices, llenos, plenos? Lo tenemos a nuestro alcance y ¿no somos capaces de verlo?
Son cosas sencillas, de esas que no te costaría hacer si otra persona te lo pidiera, pero ¿por qué no te lo regalas a ti y a los tuyos? Empieza a darte esos “caprichos” que necesitas, quieres y echas de menos.
Ojala tuviéramos el súper poder de parar o hacer correr el tiempo, manejarlo “físicamente” a nuestro antojo dependiendo de las circunstancias, pero. . . no lo tenemos, así que: estamos “obligados” a sacar el mayor provecho de él, ya que no sabemos cuándo va a llegar a su fin y quizá algún día nos arrepintamos de no haberlo hecho, seamos conscientes de que ninguno de nosotros tenemos “fecha de caducidad”.
La buena noticia, es que aún podemos hacerlo ¿no crees?
Ahora viene la otra gran pregunta: ¿el tiempo te controla o tú le controlas a él?
Si tu respuesta es la primera, ya es hora para ponerse manos a la obra y cambiarlo, ya que de otro modo te sobrepasará y te arrollará sin darte cuenta.
Para terminar, me gustaría proponerte una tarea que considero más que obligada:
Te lanzo una propuesta. Párate un instante y piensa que harías con un día entero (24 horas) solo para ti.
Ahora apúntalo, planifícalo y a la mínima oportunidad ¡HAZLO!
Te sentirás grande, feliz por darte espacio, por cuidarte, mimarte y recompensarte.
También te sugiero que reflexiones sobre esas cosas que son importantes para ti y no las olvides.
Quizá estés pasando un mal momento, pero aun así visiónate como un anciano muy longevo y mirando este mismo instante desde la distancia, valora qué te habrán supuesto esos días, esos meses, en toda una vida. . . seguramente que muy poco, por lo que saca lo mejor de cada instante y aparta todo aquello que nubla tu objetivo: ¡disfrutar de esos pequeños detalles!
Qué es el tiempo?
Según la RAE, el tiempo se define como la duración de cosas y/o la magnitud física que permite ordenar las secuencias de los... Leer más...
Qué es el tiempo?
Según la RAE, el tiempo se define como la duración de cosas y/o la magnitud física que permite ordenar las secuencias de los... Leer más...
Lo que os voy a contar no es un cuento, ni una fábula. Se trata de una vivencia personal, una experiencia del día a día, de la normalidad diaria, sin más y sin menos.
Tengo dos hijas, una de 15 años y otra de 10. Bueno. . . más que hijas, diría yo, dos tesoros.
Desde muy pequeñas su manera de ser, de hacer, de ver y vivir la vida, atraía a cualquiera que estaba a su alrededor.
Una y otra vez me preguntaba que qué era lo que tenían esas niñas que otros no tenían o que, por cualquier motivo desconocido, no se apreciaba en muchos otros.
Pues bien, últimamente, con más tiempo para pensar sobre lo humano y lo divino, ¡ya lo he descubierto!, he llegado a la conclusión de que: TIENEN LUZ. Para ser más exactos, al ser algo atemporal, presente siempre en ellas: SON LUZ.
Una luz blanca, infinita, que irradian con su mirada, con sus gestos, con una sonrisa tatuada en sus caras. Esa luz que irradian, hace que lo oscuro se esclarezca, una luz que, metafóricamente, hace crecer a su alrededor una delicada flor o da "calorcito" a las lagartijas, pero una luz que también atrae a las polillas.
Esas polillas que lo que persiguen es apagar esos destellos; esas polillas que para poder lucir, creen que lo mejor es tapar el brillo de este tipo de seres radiantes.
Lo triste, lo que de verdad me apena, es ver como en la “vida real”, esas polillas existen dañando a quien tienen a su lado, sin llegar a entender que, dentro de la grandeza individual de cada uno, todos brillamos (aunque no todos del mismo modo) y que la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos y con el resto de la humanidad es encontrar ese algo que hace que brillemos sin necesidad de apagar la luz de los demás; es más, ayudar también a que aquellos que ponen luz en la vida, lo hagan con más intensidad.
He vivido, junto a mi gran compañero de “batalla”, como a una de nuestras pequeñas grandes luces, le han querido apagar, simplemente por brillar.
Es triste, aunque a la vez enriquecedor, porque gracias a esas polillas hemos sentido una vez más, que lo único que tienen que seguir haciendo es brillar, cada vez con mayor fuerza y más seguridad.
Muchos de nosotros en nuestros trabajos, en nuestras clases, en nuestros vecindarios o entre nuestros compañeros, tenemos ese tipo de grises insectos que piensan que haciéndonos de menos, ellos se hacen de más. Nada más lejos de la realidad, porque de este modo, quedan al descubierto sus carencias, sus necesidades, sus desafíos, anhelos y deseos no conseguidos.
Aunque suene utópico, y no debería serlo, ojalá que cada persona en esta sociedad pudiera mirar con los ojos de un niño inocente, sin miedo, sin sentirse frustrado, sin “vomitar” sobre el resto aquello que les hace sentirse mal consigo mismo, y sin complejo, envidias ni celos fuera a por aquello que le entusiasma, sin vivir la vida de nadie, solo la suya.
Una vez me dijeron que yo era "pegamento humano", como un agujero negro que atraía a todo aquel que se acercaba a mí (tanto bueno, como no tan bueno). En un primer momento pensé que, aquellas personas que me habían calificado de ese modo, no me conocían lo suficiente. A los pocos segundos pensé que quizá me conocían mucho más de lo que yo misma me conocía.
Me sentí por ello una mujer afortunada, con una gran responsabilidad, por ser consciente de que a través de la convivencia, el ejemplo, la educación, podemos crear más luz a nuestro alrededor, además de considerarlo una virtud necesaria. Tener el “superpoder” de atraer a personas en las que despiertas un interés muchas veces invisible a la conciencia humana.
Con el paso de los años, la experiencia y las vivencias de la vida, debemos aprender a ser fuertes, a no dejar (aunque incordien) que ninguna polilla apague esa luz, a utilizar esos destellos y, lejos de sentirnos “raros”, d
Lo que os voy a contar no es un cuento, ni una fábula. Se trata de una vivencia personal, una experiencia del día a día, de la normalidad diaria, sin... Leer más...
Lo que os voy a contar no es un cuento, ni una fábula. Se trata de una vivencia personal, una experiencia del día a día, de la normalidad diaria, sin... Leer más...
Desde pequeñ@s nos inculcan una y otra vez el destacar lo menos posible, llamar la atención lo justo, pasar desapercibido cada vez que podamos. . . Yo me pregunto una y otra vez: ¿para qué? Pues la verdad que le he dado muchas vueltas y pienso que nos tendríamos que revelar a esa homogeneización impuesta (muchas veces “auto-impuesta”).
Tanto a mis amig@s, compañer@s, alumn@s, y por supuesto a mis hijas les digo una y otra vez que tenemos que luchar para ser “igualitos a NADIE”, ser la “oveja negra” que nos distinga de los demás, porque de este modo podremos descubrir nuestra propia identidad y no aquella que muchas veces nos quieren imponer.
Si trabajamos para ser diferentes, se nos verá diferentes, no seremos invisibles al mundo y se nos escuchará. Siempre con educación, pensando antes de hablar y ante todo respetando nuestras ideas, nuestros valores y por supuesto al otro.
Para ello tendríamos que empezar desde casa, cuando les pedimos a nuestr@s hij@s que elijan entre ponerse el pantalón azul y el verde, o ducharse antes de cenar o después de la cena. Aunque parezcan temas nimios, romperán nuestras rutinas y normas, y a la vez les estaremos enseñando algo muy importante, esto es: que no tengan miedo a decidir. Como padres queremos que todos en casa sigan unas mismas normas, pero hay que pensar que no somos iguales y por eso no tendríamos que tratarnos de la misma manera, porque cada un@ tiene sus proyecciones, sus caprichos, sus necesidades . . . y esas pequeñas decisiones serán las que les formen como personas críticas e independientes e “igualit@s a NADIE”.
Después sería necesario que continuáramos en la escuela, en el colegio, en la universidad. . . haciendo pensar a nuestr@s alumn@s, induciéndoles a ser críticos, dejándoles que opinen libremente y animándoles a que si saben hacer las cosas de otro modo: lo hagan sin pedir permiso y prestándoles atención. Sin embargo (y muchas veces se hace desde el desconocimiento) nos empeñamos en que metan una palabra determinada en un hueco determinado o que pongan de memoria lo que han estudiado sin entender.
De nuevo en mi cabeza vuelve a aparecer la misma pregunta: y. . . ¿para qué? ¿para que dentro de pocos años sean personas fáciles de manejar, que hagan lo que los demás hacen y sigan al rebaño sin protestar? ¿para que no tengan criterio y no puedan decidir por sí mism@s y así ser “manipulad@s” facilmente? Lo contrario no interesa mucho en una sociedad en la que l@s polític@s (algun@s), las comunidades de vecinos (algunas), las empresas (algunas), l@s jef@s (algun@s) y un largo etc. lo que quieren son personas que les sigan sin más, sin oponerse a ellos, sin criticarles constructivamente; por cierto, no sé qué opinaréis pero las personas que se rodean de “igualit@s a TOD@S” distan mucho de poder ser llamados LÍDERES. Eso siempre es más fácil, aunque mucho menos productivo y enriquecedor ¿no crees?
Es triste, o al menos a mí me lo parece, porque si tod@s nosotr@s entendiéramos que ser “igualit@s a NADIE”, nos enriquece, nos hace crecer, aporta y suma, lucharíamos por alcanzarlo, sin necesidad de sentirnos culpables, sino orgullosos de ser la “nota discordante”, desde llevar un peinado diferente a l@s compañer@s del instituto o del trabajo (seguro que conocéis personas adultas que no son capaces, por mucho que les gustaría, de dar el paso, de cambiar) o incluso llegar a decir lo que piensas sin tener miedo a ser juzgado (y si desgraciadamente lo eres, tener muy claro que solo será una opinión sin más).
Es interesante ser ese “Wally” que buscamos en los libros, porque de este modo llamaremos la atención, nos escucharán, quizá hagamos remover conciencias.
Desde pequeñ@s nos inculcan una y otra vez el destacar lo menos posible, llamar la atención lo justo, pasar desapercibido cada vez que podamos. . . Yo me pregunto... Leer más...
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El mes pasado se cumplieron 19 años desde que comenzó mi andadura en el mundo de los Recursos Humanos / las Personas / la Felicidad; 19 años que si no llega a ser porque mi vida se ha llenado de experiencias y recuerdos maravillosos y no tan maravillosos, juraría que, aunque suene tópico, fue ayer.
Y hoy, después de mucho pensar, quería detenerme en una única reflexión, dura e injusta reflexión que a algun@ estoy segura le levantará alguna ampolla.
Es curioso pero creo que por mi esencia principalmente dura, competitiva y ambiciosa he tenido muchos días durante este trayecto de 20 años en los que me he hecho la siguiente pregunta (seguro que para muchos incomprensible): ¿dónde estaría ahora mismo si fuese hombre? y no es que no quiera o no me guste ser mujer, me encanta, y tampoco es que me considere especialmente feminista (sí me considero especialmente igualitaria) ni tampoco es que tenga queja de llegar donde he llegado o de estar donde estoy ahora, o sí…
He discutido en infinidad de ocasiones, con hombres y con mujeres, por tener diferentes posicionamientos sobre las distintas situaciones donde una mujer o un hombre no son tratados de igual manera, sin explicación ni criterio alguno, tan sólo por su condición de ser lo uno o lo otro. Aunque hay personas en este mundo (realmente no sabría decir si están en este mundo) que se empeñan a día de hoy en decir que hemos conseguido o que estamos cerca de conseguir lo que muchos llaman “igualdad”. Puede ser que estas personas tengan un ejemplo “excepcional” cerca, que siendo mujer u hombre se les asocie justamente con el modelo contrario a nivel social pero… ¿eso es igualdad? eso no es igualdad, eso está muy lejos de hecho de ser igualdad.
Y dentro de esas distintas situaciones donde no se nos trata igual, una de las que para mí es de las más importantes es la diferenciación (o discriminación llegados al extremo) de género que vivimos y no superamos en diferentes ámbitos profesionales: no fácil acceso a posiciones de dirección, trato diferente en posiciones de mando, salarios inferiores posiciones similares, no reconocimiento de posiciones o jerarquía ante mismas o superiores responsabilidades y un largo etcétera.
Cuando hablo con compañer@s o amig@s me sorprendo con el mismo discurso, no toda la culpa se la podemos echar a la empresa como institución que debiera tener los protocolos/procedimientos que aseguraran que lo anterior no suceda (que debería tenerlos) sino que, en la mayoría de las ocasiones: ni la mayoría de los hombres que ocupan puestos superiores en la jerarquía reconocen proactivamente una justa revisión de condiciones a estas mujeres ni nosotras mismas, cuando adquirimos mayores responsabilidades, lo solicitamos… esperamos, esperamos y… nos conformamos, ya llegará… pero no llega.
Por supuesto que dicho lo anterior, aunque exista siempre una corresponsabilidad, es la empresa la que debe garantizar que el trato, las condiciones, la visibilidad, en todos los sentidos, en igualdad de responsabilidades, posición y aporte sea exactamente el mismo.
Tenemos también otro problema añadido, además de quejarnos menos o de imponernos menos cuando consideramos que objetivamente nos merecemos más, en muchas ocasiones vemos cómo otras personas se adueñan de nuestro trabajo y tampoco hacemos nada… Por supuesto que hay hombres a los que también les sucede pero es una característica que a lo largo de la vida he vivido más en el género femenino.
Llegados hasta aquí, se trata de una pescadilla que se muerde la cola, estamos ya en el siguiente escalón, que voy a tratar de pisar suavemente por las discusiones y puntos de vista tan enfrentados que tiene: la maternidad y la paternidad en el mundo laboral.
Siempre he defendido que ser madre o padre es algo al 50% pero las mujeres nos empeñamos en seguir castigándonos emocionalmente; castigándonos por querer optar a puestos de responsabilidad; castigándonos por querer seguir formándonos; por no conformarnos. Frases como “¿tienes un hijo y pasas tanto tiempo en el trabajo?” o “no sé cómo puedes compatibilizar todo lo que haces teniendo hij@s”, son frases que tan sólo las he escuchado referidas a mujeres; eso sí, dichas tanto por hombres como por mujeres pero solo hacia mujeres.
Ser madre o padre es algo al 50%
Y tras lo anterior… llegan las jornadas reducidas por guarda legal, y la pescadilla se la vuelve a morder… Si como mujeres optamos a puestos de menor responsabilidad, si estamos peor recompensadas y si además sumamos ese mal sentimiento al no estar con nuestros hij@s… provocamos la tormenta perfecta para que en este país según la Encuesta de Población Activa (EPA) a través del Instituto Nacional de Estadística en el año 2018 el 95% de las reducciones de jornada fueron solicitadas por mujeres. Por supuesto que estar con nuestros hij@s es algo positivo y dedicarles el mayor tiempo posible no discuto que deba ser una de las cosas más importantes que hagamos en la vida pero debería ser, a todos los efectos, una responsabilidad compartida.
Muchos diréis que no es incompatible tener una jornada reducida y ser directiv@ o por lo menos no debería serlo y aunque este punto sea muy criticado, me atreveré a decir que si filosofamos y nos gusta Tomás Moro, podemos afirmar que ser directiva y compatibilizarlo con una jornada reducida y un desarrollo de carrera potencial es totalmente asumible en el año 2020; podrá o debería serlo pero no puedo citar muchos ejemplos al respecto. Dicho lo anterior, es curioso ver cómo llamamos “heroínas” a aquellas mujeres que consiguen hacerlo, con lo que… seamos realistas y conscientes de que es algo residual (además de que deberíamos preguntar a esas mujeres cómo se sienten al final del día, de la semana, durante el fin de semana). ¿Por qué nos llaman la atención en el día a día las mujeres que además de ocupar un puesto de responsabilidad en sus empresas tienen familia? en este sentido, ¿por qué no nos llama la atención ningún hombre en la misma situación?
Mujeres que compatibilizan puestos de responsabilidad y carreras profesionales con su familia
La reducción de jornada por guarda legal es un punto muy importante dentro de la generación de desigualdades. Desde una perspectiva de Recursos Humanos, siendo mujer y considerándome posicionada totalmente a favor de la igualdad, siendo defensora a ultranza de la misma, y aquí va la bomba, su protección legal siempre me ha parecido algo totalmente injusto y que, al contrario de lo que persigue, fomenta la desigualdad absoluta. Por supuesto debe de protegerse pero dentro siempre de unos límites. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado en situaciones muy complicadas donde al tener que reducir plantilla o tener que democionar a alguien hemos tenido que prescindir de profesionales más implicados, más brillantes (¡ojo! con hij@s o sin hij@s) por el mero hecho de no complicarnos la vida en despedir o democionar a peores trabajadores (menos implicados, menos productivos, etc.) que tienen reducción de jornada? ¿a cuántas personas, mujeres y hombres, conocemos que hayan solicitado una reducción de jornada por guarda legal sólo para “blindarse”? yo sinceramente, a más de los que quisiera.
Laboralmente hemos avanzado mucho pero no lo suficiente y me resulta inverosímil que en el siglo XXI donde se nos llena la boca con discursos de igualdad, donde no paramos de salir a la calle a manifestarnos, de terminar las palabras en “e” y de inventarnos otras nuevas, de darnos voz a través de ministerios, de legislar con leyes de género, de etcétera y etcétera, sigamos en esta situación.
Conseguir la igualdad efectiva debería de ser el compromiso de tod@s
Para mí sinceramente la igualdad no es la paridad ni se consigue con ella, no es pedir a una empresa que haga un anacrónico “plan de igualdad” para cubrir el expediente, no es llevarme a mi bebé al trabajo y darle de mamar, no es en absoluto que a mi compañero le llamen compañera ni compañere, tampoco se trata de ser directiva e ir corriendo a por mis hij@s al colegio, hacer los deberes con ellos y compatibilizarlo todo con limpiar la casa y hacer la cena junto con mi marido, no es ir con la lengua fuera de un lado para otro, ni es poder preocuparme por mi desarrollo profesional sin tener que pedir perdón y tener que estar agradecida por la oportunidad, no es ni mucho menos dar las gracias porque se me promocione por méritos propios y justos, con total sinceridad, no es tener que utilizar a veces mi imagen de “rubia tonta” para conseguir determinadas cosas (no turbias).
Para mí, igualdad es que nosotras mismas comencemos a creérnoslo, que no nos sintamos mal por querer progresar, que sepamos exigir lo que nos corresponde, que no dejemos que nos pisoteen (sin tener que pisotear a nadie, eso se llama de otra manera), igualdad es que las empresas valoren profesionalmente de la misma manera a un hombre y a una mujer, que siendo mujer pueda llegar al mismo nivel que un hombre sin más restricciones que mi aporte, mi perfil y mi profesionalidad, que si soy madre no se cambie la percepción sobre mí, que si soy mujer no tenga que demostrar cuatro veces más ni que trabajar 4 horas más al día que mis compañeros hombres para tener el mismo reconocimiento, que preguntarnos y hablar de nuestr@s hij@s no sea lo primero que hagamos (o al menos por ahora), igualdad también es que no tratemos de aprovecharnos de nuestra condición de manera injusta (bajas anticipadas en los embarazos sin necesidad alguna, jornadas reducidas innecesarias), es ser corresponsable con mi marido tanto familiar como profesionalmente y que él lo sea conmigo (no siempre tenemos que ser las que no vayamos al trabajo por “tener al niño malo”).
Para mí el concepto de igualdad está relacionado simplemente con ser persona, con respetar las decisiones de cada un@ sin poner etiquetas ni infravalorar ni menospreciar y sobre todo con valorar el trabajo, los resultados, nuestro impacto, con independencia de las diferentes condiciones intrínsecas de quién lo hace, que ni suman ni restan ni vienen a cuento.
Si no ponemos frenos a estas diferencias que se dan tanto a nivel personal como profesional y social la pescadilla se la seguirá mordiendo hasta el infinito, ya que las generaciones que vienen detrás seguirán viviendo los mismos modelos de antaño contra los que tanto luchamos pero que nosotr@s mism@s estamos empeñados en perpetuar, quizás por una razón de comodidad.
Esforcémonos por nosotras, hagámoslo por ellas
Por supuesto que tras la reflexión anterior, estoy segura de que existen muchas excepciones (tristemente son excepciones) y espero que cada vez sean más. Sin ir más lejos, yo vivo una “excepción”. Siendo mujer ocupo posiciones de responsabilidad desde hace 14 años, he seguido formándome a alto nivel, es mi pareja la que desde el nacimiento de nuestro hijo se acogió a una reducción de jornada por guarda legal y anteriormente a una excedencia por cuidado de menor, etcétera pero “excepción” entre comillas: primero por el simple hecho de llamarlo excepción, segundo porque hasta el día de hoy me siguen preguntando que cómo puedo compatibilizarlo (sobre todo por tener un hijo), porque muchas veces he tenido que demostrar más que nadie (con y sin hijos), y sobre todo porque siendo una “excepción” en muchas ocasiones me he sentido más sola y egoísta que nadie por disfrutar con mi trabajo, por apasionarme con lo que hago, por querer progresar.
Seas hombre o mujer me encantaría conocer tu opinión ¿has vivido este tipo de situaciones u otras similares alguna vez? ¿piensas que estamos cerca de conseguir la igualdad real? ¿qué medidas podríamos potenciar para conseguir esa igualdad de manera efectiva?
El mes pasado se cumplieron 19 años desde que comenzó mi andadura en el mundo de los Recursos Humanos / las Personas / la Felicidad; 19 años que si no llega a... Leer más...
El mes pasado se cumplieron 19 años desde que comenzó mi andadura en el mundo de los Recursos Humanos / las Personas / la Felicidad; 19 años que si no llega a... Leer más...
¡Qué “morrudo” es David que todo lo que pide se lo dan!
¡Cómo me gustaría ser como Nuria que cada fin de semana estrena ropa!
En ese momento, solo me fijaba en la cantidad de cosas que tenían los demás y yo no tenía.
Me sentía desgraciada, poco afortunada… sin embargo a medida que he ido creciendo me he dado cuenta que lo realmente importante no es la cantidad de objetos que tengas, o la cantidad de tiempo que estás en casa con los tuyos, o el número de veces que te llaman para salir… sino lo realmente importante, lo que de verdad te llega al corazón, es la calidad de esos pequeños gestos y momentos que vives a diario.
Ahora mismo me siento afortunada, porque gracias a esas vivencias que tuve en la niñez y en la adolescencia, como adulta soy capaz de ver las cosas desde otra perspectiva.
No importa si tienes una “súper casa” y/o “un súper coche”. No importa si tienes una segunda vivienda en la playa o en la montaña sino, lo que realmente importa es si estás PRESENTE en lo que haces, si DISFRUTAS con lo que tienes y si eres CONSCIENTE de lo grandioso que es valorar aquello que pasa desapercibido por la mirada de la gran mayoría.
Un día cualquiera, en una ciudad cualquiera, en una empresa cualquiera, en una familia cualquiera… hay millones de momentos “insignificantes” que se hacen grandiosos tan solo por detenerse ante ellos.
Desde la sonrisa que te regalatu hijo al despertarse, hasta esa palabra que necesitabas oír para darte un empujón y así seguir adelante o ese plato de comida que tienes la suertede tener sobre la mesa…
Hay tanto y tantas cosas que nos pueden llevar a encontrar ese trocito de felicidad que buscamos fuera y sin saberlo lo llevamos dentro. Dentro porque somos nosotros los que tenemos que “reaprender” a ver todo con “otra mirada”, a “reaprender” a pararnos a escuchar el canto de los pájaros o a ser conscientes de ese saludo que cada mañana me brinda un compañero.
Es necesario apartar todo aquello que no nos deja mirar al detalle lo que realmente luce por sí solo. Cenar en familia, contándonos lo mejor de la jornada o entender por qué estoy triste y no tengo ganas de jugar. Simplemente, buscar momentos de los que extraer el mayor jugo posible, momentos de calidad, en los que todos ganamos y en los que todos nos sentimos especiales.
Un día, en una clase de 4º de E.P. (soy maestra vocacional), propuse a mis alumnos lo siguiente:
«Hoy vamos a nombrar cosas que se nos dan bien hacer«
Resulta increíble presenciar cómo de 28 chicos solo dos de ellos tenían muy claro aquello que sabían hacer mejor que nadie. El resto, se miraban los unos a los otros y no lograban pensar en qué cosas destacaban.
Cuando les expliqué que TODOS, absolutamente TODOS sobresalimos en algo, se quedaron asombrados, porque les parecía imposible que fuera cierto eso que estaba diciendo.
Empecé a escribir en la pizarra posibles cosas en las que podrían destacar, como: poner la mesa, sonreír a diario más de 100 veces, hacer las mejores cosquillas del mundo, saltar a la cuerda, bajar y subir escaleras sin tropezarse, dar los mejores y más sentidos besos, sentarse correctamente, comer todo lo que le ponen en el plato, ver una película estando súper atento, en…
Así hasta que cada uno descubrió que no solo destacaba en algo que para el resto de “los mortales” era cotidiano y a ellos les hacía “especiales” sino que eran capaces de sobresalir en más de dos o tres cosas. ¡Qué gran descubrimiento!
¡Qué suerte! El poder darnos cuenta que todo lo que hacemos se convierte en algo fantástico si le ponemos una “pizquita” calidad.
Y… ¡qué pena! que a medida que crecemos nos vamos olvidando de ello, no tenemos tiempo de p
Cuando era niña pensaba:
¡Qué suerte tiene Eva que su casa es muy grande!
¡Qué “morrudo” es David que todo lo que pide se lo dan!
¡Cómo me gustaría ser como Nuria que cada... Leer más...
Cuando era niña pensaba:
¡Qué suerte tiene Eva que su casa es muy grande!
¡Qué “morrudo” es David que todo lo que pide se lo dan!
¡Cómo me gustaría ser como Nuria que cada... Leer más...
¿Os acordáis en el colegio cuando nos tocaba cambiar de ciclo y cambiaba todo o casi todo?
¡Qué nervios ese primer día! compañeros nuevos, materia nueva y sobre todo profesores nuevos. Unos profesores de los cuales de algunos tenías referencias buenas y de otros malas. Si te tocaba el “profe bueno” pues perfecto pero si te tocaba el “profe malo” te quedaba el consuelo de que solo ibas a sufrirle un par de años y quizá, con un poco de suerte, no le volverías a ver. Eso sí… sabías que muy bien no lo ibas a pasar.
En el mundo de la empresa pasa exactamente lo mismo, cada vez que cambias de área o simplemente cambia tu responsable ya sabes que algo, poco o mucho, va a cambiar.
La incertidumbre es mayor cuando cambias de Empresa y no sabes con lo que te vas a encontrar.
A mí personalmente me ha pasado, y entiendo que a muchos de vosotros también, que después de la fenomenal venta que te ha hecho el departamento de Recursos Humanos / Personas / Felicidad sobre tu nueva Empresa, tu nuevo puesto, tus nuevos compañeros y sobre todo tu nuevo responsable; a veces te encuentras con que la realidad no era tan fenomenal como te la habían “pintado”.
Centrándome ahora en los jefes, durante mi vida profesional he tenido muchos responsables, directos, indirectos, jerárquicos y funcionales (por jefes que no falten) con los que he tenido la suerte o la desgracia de colaborar.
Y siendo tantos y tan sumamente importantes, la pregunta que todos nos hacemos o deberíamos hacernos es la siguiente: ¿qué características me gustaría que tuviera mi responsable para que yo rindiera óptimamente y progresara en mi puesto de trabajo? O lo que es lo mismo: ¿cómo quiero que sea mi nuevo “profe” para que gracias a él saque las mejores calificaciones?
Todos los estudios coinciden en que hay diferentes estilos de liderazgo o formas de dirigir equipos de trabajo:
el autocrático: el jefe duro que controla a todo su equipo y que no permite iniciativas.
el democrático: el que consulta todo a su equipo y le hace sentirse valorado.
el burocrático: el jefe que no se salta las normas, que sigue el manual, que tiene a su equipo atado.
el pasota: el que deja actuar a su equipo libremente y no lo controla.
el transformacional: es inspirador y saca lo mejor de cada miembro del grupo, busca nuevas iniciativas y aporta valor a los procesos.
el carismático: antepone su yo personal al del equipo, aunque sea muy valorado dentro de la compañía, el éxito depende de su figura como líder.
Seguramente que identificas un mínimo de dos responsables, dependiendo de la edad que tengas o de las veces que hayas cambiado de compañía o área, que hayas tenido o que conozcas en cada uno de estos seis estilos.
La teoría está muy bien sin embargo todos sabemos que un responsable puede modificar su estilo según las circunstancias del momento pero lo que debemos tener claro es que el liderazgo es inherente a la persona y a su forma de ser por lo que: el responsable finalmente siempre acaba teniendo la misma forma de liderar equipos ¿os acordáis de vuestros profesores cuando había momentos donde bajaban la guardia o se endurecían pero al final eran ellos mismos y tenían su propio estilo de educar?
Hablando de responsables, estamos en la misma situación de antaño salvo por una apreciación que las empresas deberían tener en cuenta: el talento se fuga de las organizaciones por los malos jefes y responsables, del “cole” no te podías ir si el profesor no te gustaba.
Entonces . . . es importante que reflexionemos sobre ¿cómo debería ser un responsable? No voy a responder a esta pregunta y lejos de basarme en los miles de análisis y estudios que existen sobre este tema, utilizando mi experiencia y el sentido común voy a responder a la siguiente: ¿cómo me gustaría que fuese mi responsable? Siempre he pensado que etiquetar un único modelo de liderazgo, en este sentido, además de imposible es anacrónico y después de años de reflexión sobre las cualidades fundamentales que debería tener un buen responsable, he llegado a las siguientes conclusiones que comparto:
Maestro en su materia: un responsable debe conocer profundamente la materia de la que es responsable. Debe demostrar que tiene un conocimiento amplísimo en su área y por supuesto que es capaz de trasladar ese conocimiento al resto del equipo. Se le reconoce como un referente, una autoridad en la materia y no sólo debe ser reconocido dentro de su departamento sino en toda la organización. ¿Cuántas veces hemos visto que un responsable conoce menos la materia que sus propios colaboradores? este hecho dinamita la motivación y desempeño del equipo desde el primer momento.
Respeto: un buen responsable se gana el respeto día a día con sus acciones y decisiones, debe tener una visión de futuro y no ser “cortoplacista”. Ya no se ciñe solo a su área o departamento sino a la compañía en general. Ganarse el respeto del resto de áreas y directivos es fundamental y eso se consigue siendo ejemplo y estandarte de valores, con responsabilidad, coherencia y objetividad. De nada vale saber mucho si luego no te haces respetar por culpa de tus acciones. Cuando éramos pequeños teníamos muchos profesores así, si lo trasladamos a nuestra experiencia empresarial también tenemos tristes ejemplos.
Gestor de equipos: es vital que el responsable conozca las fortalezas y debilidades de cada miembro del equipo al igual que sus intereses profesionales para poder sacar lo mejor de ellos y siendo su objetivo último el de optimizar los resultados de la compañía a través de los mismos. En ocasiones un buen colaborador está “tapado” en su trabajo diario y seguramente necesita un apoyo para que se pueda desarrollar. En el otro extremo, varias veces he podido comprobar como el responsable no es que no conozca los intereses de los miembros del equipo es que ni siquiera conoce los CVs de sus colaboradores.
Saber delegar: una vez que conoce las fortalezas de su equipo es capaz de delegar proyectos, ideas, tareas o procesos con el fin de que el equipo crezca, se desarrolle e innove, les hace salir de su círculo de seguridad para que aprendan y conozcan cosas nuevas. Siempre tutelando cuando el equipo lo reclame: que no es lo mismo que estar controlando y tener bajo la lupa todo el desarrollo del proyecto. Es todo lo contrario, dejar que trabajen libremente, que aporten ideas propias y solamente al final del proyecto se midan los resultados. Es una realidad diaria que muchos responsables dicen que delegan cuando en realidad están soltando “marrones” a sus equipos ¿no os ha pasado alguna vez?
Comunicativo: un responsable debe confiar en su equipo y por ello es un “must” tener buenas habilidades de comunicación y trasladar toda la información que necesitan conocer todos sus colaboradores. La famosa frase de “la información es poder” ya no es válida tal y como la solíamos conocer, el paradigma ha cambiado. La comunicación se basa en la confianza mutua e información compartida y si un responsable no se fía de su equipo entonces, nada de lo anterior funciona.
Para mí, estos cinco atributos son suficientes y necesarios para ser un buen mando o directivo: ser responsable y gran conocedor de su área, ser un referente y un ejemplo en la organización, un buen gestor de equipos que sepa delegar en sus colaboradores con el objetivo de que éstos progresen profesionalmente confiando siempre en ellos.
Recuerdo a un buen responsable que tuve que siempre nos decía “quiero que seáis mejores que yo, que me superéis y si me quitáis el puesto entonces querrá decir que he realizado un buen trabajo con vosotros”
Lo que tengo muy claro es lo que no quiero: no quiero un responsable que no me enseñe nada porque no sabe, que sea incapaz de transmitir ilusión, que ponga trabas en mi desarrollo y crecimiento, que no me conozca, que no sea respetado, que no gestione con valores, que no delegue y no confíe en su equipo guardando para sí toda la información; hechos y realidades que por desgracia todos conocemos.
Hace años me contaron un relato corto que define claramente esto último:
En una entrevista de trabajo, el seleccionador le preguntó al candidato: ¿y usted como no quiere que sea su jefe?
A lo cual el candidato respondió: Ni Maya ni Azteca
El seleccionador se quedó extrañado: ¿ni maya ni azteca? – preguntó.
El candidato volvió a responder: Exacto, no quiero un jefe que nunca esté en la oficina y que cuando venga solo pregunte “¿Mayamado alguien?” ni tampoco quiero un jefe que esté todo el día “delegando” “Aztecargo tú de esto y tú de esto otro”
¿A que habéis puesto cara inmediatamente al maya y al azteca?
En definitiva, ¿es tan difícil ser un buen responsable? ¿las organizaciones no deberían trabajar por tener unos responsables con las características anteriores que sean capaces de desarrollar a sus equipos para que esto repercuta en un desempeño óptimo de la organización impactando así en la consecución de los objetivos de negocio?
Se nos llena la boca y siempre defendemos que la felicidad y el buen rendimiento del empleado deben ser las causas del beneficio y el desarrollo de la empresa. Si sabemos que en la base de todo ello se encuentra el tener un buen responsable, trabajemos entonces en crear y potenciar buenos líderes capaces de crear ilusión y rendimiento en sus equipos.
Me encantaría conocer tu experiencia ¿qué has aprendido de los jefes que has tenido? ¿cómo piensas que debería de ser el líder ideal? ¿tú cómo serías como responsable?
Qué hacer cuando trabajas para progresar profesionalmente y cuando surge la oportunidad ¡boom! te encuentras con un jefe incompetente.
Partamos de la base de que todos deseamos tener un jefe que nos inspire.
Todos deseamos trabajar para un buen manager, alguien que nos inspire respeto, admiración y de quien aprender. Pero ¿qué pasa si eres más competente que él o con mayores habilidades? ¿deberías rebelarte contra la situación o resignarte y mantener la cabeza baja? ¿qué pasa si la decisión ha sido impulsada por la dirección o por la propia Área de Recursos Humanos / Personas / Felicidad? ¿deberías intentar “robarle su corona” o ayudarle a mejorar a tu costa?
No hace mucho me decía una persona: «cada uno, tarde o temprano, está en la posición que merece». Pues bien, siento decirte que no siempre es así. Las empresas no son perfectas, las personas tampoco, por tanto se toman decisiones imperfectas. En consecuencia, no todas las personas que ocupan posiciones y responsabilidades en una compañía son las más adecuadas de acuerdo a su perfil profesional y a sus capacidades.
Nunca olvidaré una frase que aprendí valorando los puestos de una empresa junto a un consultor del que aprendí mucho y que me decía, «recuerda que estamos valorando el nicho y no el bicho» haciendo referencia a que a veces el puesto es más grande que la persona que lo ocupa y otras veces lo contrario, sobre todo cuando valoramos puestos unipersonales o con muy pocos ocupantes.
Después de muchos años trabajando en el área de Organización y Compensación, observo como año tras año sigue apareciendo en las principales encuestas de mercado dos aspectos que conforman dos caras de una misma moneda. De un lado, la relación con tu superior es uno de los aspectos no salariales mejor valorados, por encima de otros elementos salariales y beneficios, cuando preguntamos por elementos de conforman el “salario emocional”. Por otro lado, también vemos que la relación del empleado con su superior es otro de los motivos que más impulsan a las personas a buscar otro empleo. Según una encuesta del año 2018 del portal de empleo www.monster.com el 76% de los encuestados dice tener un jefe tóxico y sólo el 19% describe a su jefe como “mentor”. Mientras las encuestas mantengan estos porcentajes, algo no estamos haciendo bien desde el área de personas. ¿Debemos replantearnos nuestras formas de gestionar el talento? ¿conocemos qué tipo de managers tenemos en nuestra organización? ¿cómo podemos influir desde el área de personas en la toma decisiones en un proceso tan crítico como es la selección de nuestros managers? Mientras las estadísticas arrojen estos datos, tenemos mucho por delante.
El 76% de los encuestados dice tener un jefe tóxico (monster.com, 2018)
En cualquier caso, son cuestiones para tratar en otro artículo. Lo que sí expondré a continuación son reflexiones previas que uno debe hacerse si se encuentra ante un jefe incompetente o cuando no eres elegido para esa posición natural para la que te has preparado. Lo que encontrarás a continuación no pretenden ser consejos (cada situación y cada vivencia es única) pero sí espero que te ayude a elegir y reflexionar sobre el camino que tú decidas emprender para gestionar esta situación:
Reflexiona sobre ti mismo, tu desempeño, tus competencias, tu preparación, tu marca personal, tus logros. Sé honesto contigo mismo. Antes de declarar a tu jefe como un incompetente, observa de cerca lo que realmente está sucediendo. Pregúntate si realmente estás más capacitado o si es posible que sólo lo estés en determinadas competencias pero no para otras que requiere la posición que él ocupa. A puestos de mayor responsabilidad, damos más valor a habilidades como el liderazgo o la gestión de equipos, por encima de las competencias más técnicas, por ejemplo. Identifica de cerca las habilidades que tienes y de las que carece tu jefe. Al final lo que importa es el conjunto de todas ellas en esa posición que él ocupa. Pregunta a tus colegas de confianza, qué valoración tienen ellos de ti. Si después de reflexionar sobre la situación, llegas a la conclusión de que en realidad estás más capacitado, eres más competente y desarrollarías mejor la función que él ocupa, piensa dos veces antes de hablar con alguien al respecto. Es tentador exponer la situación a la dirección o al siguiente nivel jerárquico de tu compañía, o tratar de demostrar que tú debes ocupar esa posición, pero esto rara vez funciona. Si decides entrar directamente en ese conflicto, piensa que la dirección suele ser partícipe de la decisión. Es posible que desees desahogarte con uno o dos colegas de confianza, pero ten cuidado, si tu jefe siente que eres crítico con él, vuestra relación podría darse por terminada. Muchas personas en esta situación cometen el error de comentar con los demás la incompetencia de su jefe, tienes que ser respetuoso. Si hablas mal de tu superior, se reflejará mal en ti. La gente sentirá que hablas también mal de ellos de la misma manera. Tampoco descargues tu ira sobre tu jefe, enójate con las personas que lo pusieron ahí, o las personas que hicieron que tú no ocuparas esa posición.
Concéntrate en hacer un buen trabajo, la realidad es la que es, por ahora, no entres en el bucle de la queja y la injusticia. Concéntrate en tus responsabilidades, haz tu trabajo mejor que nunca y asegúrate de que la gente lo entienda, dale valor a tu trabajo y a tus logros. Tienes que encontrar un propósito superior, fuera de la lucha interpersonal con tu jefe, sé inteligente. Haz lo que sea mejor para la empresa. La vida es injusta pero ¿realmente quieres empeorar esta situación? no puedes dejar que esta frustración te desmotive y te empuje a un rendimiento inferior. Recuerda, es más fácil brillar cuando las estrellas que te rodean son mediocres. Aprovecha esta oportunidad para destacar y ser visto por el equipo de gestión como ese empleado que desempeña bien su trabajo a pesar de tener un jefe incompetente. No hace falta que hables del tema, como si otras personas de la oficina no supieran la situación, ¡claro que lo saben!. Demuestra que lo estás tomando profesionalmente y que puedes prosperar en cualquier lugar, independientemente de dónde te encuentres. En la feroz guerra contra el talento de hoy, la mayoría de las organizaciones lucharán para evitar que sus estrellas de rock se vayan, así que… ¡sigue bailando incluso si odias la música!. Tarde o temprano los jefes malos eventualmente se van, son despedidos o movidos a otro lugar. La mayoría de las veces por suerte, sólo es cuestión de tiempo y paciencia que finalmente tu situación cambie.
Ayuda a tu jefe pero no cubras su incompetencia. Este aspecto es difícil de gestionar, se supone que uno debe ayudar a su jefe, “su éxito será el tuyo” y al compensar sus debilidades, siempre seremos mejor valorados, así como siendo generosos con nuestro superior. Pero no es fácil compaginar este aspecto con cumplir o cubrir lo que se supone que son sus responsabilidades y no las tuyas o tener que encubrir los errores de tu jefe. Debemos hacer bien nuestro trabajo y hacer lo que nuestro jefe nos pida, pero si tu trabajo se está utilizando para cubrir serias deficiencias, debes comunicárselo a tus superiores, al área de Recursos Humanos / Personas / Felicidad o encontrar aliados que puedan ayudarte ante esta situación.
Aprende de otras personas. Si no puedes aprender de tu jefe, «amplía tu red», sé voluntario para proyectos que te permitan interactuar con otras personas de mayor nivel. Sé explícito, pide abiertamente la participación por medio de tus contactos internos.
Espero que estas cuatro reflexiones te ayuden a afrontar esta situación y recuerda:
que tu frustración y tu enfado sean tus fortalezas para afrontar este periodo
no dejes de creer en ti mismo, sé positivo
sé paciente, antes de tomar cualquier decisión dentro de la compañía o si bien decides que es el momento de marcharte, ponlo todo en perspectiva: ¿quieres abandonar la compañía o abandonar a tu jefe?
y sobre todo. . . nunca dejes de aprender de la oportunidad de tener un mal jefe
y sobre todo. . . aprende a ser el mejor jefe
Me encantaría y me ayudaría mucho que me contaras si te has visto o estás actualmente en esta situación y cómo lo has resuelto o lo estás gestionando
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